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sábado, 5 de julio de 2025

Los Caballeros Custodios

    Hace unos años asistía a un programa sobre la Santa Faz y fui preguntado sobre la legitimidad de los Caballeros Custodios. No quise dar una respuesta hasta no tener justificación documental, pero aseguraba que ningún documento fechado entre 1518-1804 hacía mención al término «Custodios». Hoy, contrastada la documentación del siglo XIX, intentaré disipar las dudas de dos amantes de la Santa Faz: el canónigo don Federico Sala y el ex alcalde José Luis Lassaletta. Comenzaré diciendo que la primera vez que nos aparece el vocablo «Custodios» fue en la rogativa de 1865: «confirió el honroso cargo de Custodios de la venerada Reliquia... a los Sres. D. Manuel Senante y D. Juan de Rojas, vecinos hacendados de esta Ciudad». Pero remontémonos en el tiempo.

Durante el foralismo el Consell estaba formado por justicia, jurados, y un determinado grupo de consejeros. Cuando acordaban traer la Reliquia diputaban a dos jurados, al escribano y al síndico, para presidir la procesión de ida y vuelta al monasterio. Representando a los consejeros se nombraban seis electos: dos insaculados en la bolsa de Caballeros, dos de la bolsa de Ciudadanos militares, y dos de la bolsa de Ciudadanos de mano menor. La posición que ocupaban era «alternados con los eclesiásticos», teniendo los dos primeros el lugar inmediato a los capitulares colaterales del que llevaba la Reliquia. Para abrir el Camarín sólo entraban el capa preste (deán o canónigo de más antigüedad), sus colaterales, jurados diputados, escribano, cerrajero, el confesor y el sacristán de las monjas. A voluntad podían hacerlo dos canónigos diputados. Salía la Reliquia y era entonces cuando se unían «los Electos semaneros quienes con sus antorchas se colocaban delante de los diputados Capitulares».

Con la llegada de los ayuntamientos borbónicos desaparecen los consejeros. La falta de dinero hace que se eviten gastos: en la rogativa de 1711 se recortaba hasta la cera y sólo se nombraban dos electos; en 1713 nacían disputas por las llaves y los puestos que debían ocupar los regidores, no se nombran electos y deciden que las dos antorchas que llevaban los electos, las lleven «dos señores Capitulares inmediatos al palio».

Ante la negativa de Felipe Bolifón a subvenir los gastos de la rogativa de 1719, el Ayuntamiento y la Junta de Inhibición del Vino decidían hacerla pagando los gastos a medias. A partir de este momento el puesto de los antiguos electos quedó destinado a dos «electos semaneros» miembros de la citada Junta del Vino. El papel que jugaban era el mismo: ir junto a los colaterales con dos hachas encendidas a ambos lados del palio pequeño, tanto a la venida como a la vuelta de la rogativa.

Como podemos ver, tanto en el siglo XVII como, en el XVIII los nombramientos de «electos» para acompañar a la Santa Faz eran de elección municipal y sólo eran nombrados en los actos de Rogativas.
Nunca aparecen en la Peregrina, o en otros actos en los que se abriese el Camarín. Con el tiempo la falta de dinero municipal obligaría a la ciudad a pedir a «los labradores y comerciantes» que completaran la mitad entregada por la Junta.

La Junta de Inhibición del Vino quedaba abolida en 1818. Pocos años después se suspendía la elección de ayuntamientos pasando a ser nombrados por el gobierno, que al mismo tiempo creaba un grupo de consejeros sacados de las listas de mayores contribuyentes. La ayuda económica prestada en los actos de la Santa Faz, junto a la distinción social que representaba el tener un sitio asignado en las rogativas, haría que tras unos años sin «electos semaneros» de la Junta del Vino, volvieran a nombrarse dos mayores contribuyentes, aunque no debió sonarles muy bien eso de electos semaneros, pues los nombrados se denominaron «hombres buenos» en 1834.
Como quiera que, dentro de este grupo de mayores contribuyentes, los que mayor apoyo prestaron a la Santa Faz fueron los propietarios de tierras, estos «hombres buenos» pasaron en la rogativa de 1850 a denominarse «dos representantes de la clase de propietarios labradores», cuando en realidad desde siempre habían sido propietarios, pero del agua o lo que es lo mismo, cosecheros de vino, comerciantes o simplemente dueños de casas en la ciudad. Habría que esperar a la rogativa de 1865 para que estos representantes de los labradores propietarios se convirtieran en «Caballeros Custodios». En el cronista Rafael Viravens está el «quid» del asunto.

Viravens fue un hombre de claros sentimientos religiosos, con ideas políticas moderadas. Se inclinó por el conservadurismo al entrar en política apoyado por la oligarquía agraria y miembros de los mayores contribuyentes, que ya habían propiciado en 1875 su nombramiento de cronista y en 1876 como archivero. Lo que no parece creíble es que escribiera la Crónica en menos de un año, pues ya en cabildo de 24 de diciembre de 1875 se aprobaba su publicación. En 10 meses se pueden redactar 450 páginas, pero la recopilación de datos requiere años. Viravens habría trabajado la documentación desde años atrás, al menos desde el nombramiento de Antonio Galtero como archivero. De no ser así, no entendemos las veladas acusaciones del concejal Galdó sobre «la desaparición del Archivo de algunos documentos sobre los Baños de Busot» que tanto habían beneficiado «al jefe político del señor Viravens».

Pensemos que la sentencia favorable al conde de Casas Rojas se producía en diciembre de 1865, muchos años antes de que Viravens fuera Cronista y archivero, y curiosamente el mismo año que por primera vez se mencionan en las actas municipales a los custodios. Pero hay más datos que nos inclinan a ver en Viravens al acuñador del término «Caballeros Custodios». Al describir cómo se realizaban las rogativas, refiriéndose a la de 1760, señala en su Crónica: junto al palio «se situaban dos labradores nombrados por la Ciudad en calidad de Custodios». En realidad, el Ayuntamiento anunciaba que acudirían «los señores Diputados Capitulares de ambos Cabildos y electos semaneros» de la Junta de Inhibición.

Para nada aludían a la «calidad de Custodios». Lo que no sabemos es que custodiaban, pues como vimos no entraban al Camarín, limitándose a ir con antorchas junto al palio. Quizás considerara más adecuado este término que el de electos, electos semaneros, hombres buenos o representantes de los propietarios labradores, con los que se conocían anteriormente. Lo cierto parece ser que al ser publicada la Crónica y durante su cargo de concejal, Viravens fue fijando la idea de que los Caballeros Custodios eran parte de la primitiva tradición, y que tan honroso cargo sólo podía recaer en miembros de la oligarquía agraria. Era una forma de pagar a sus protectores políticos los favores recibidos.

Visto todo lo dicho sólo queda decir que, cuanta más devoción sientan las gentes hacia la Santa Faz, llámense síndicos, electos o custodios, más universalizada quedará la tradición local, y eso siempre es bueno. Pero eso sí, dejando muy claro que nada que afecte a esta tradición puede ser patrimonio de nadie. Y mucho menos unos puestos representativos de designación municipal que se obtenían por aportación económica de todos los propietarios. De no ser así el Ayuntamiento perpetuará un engaño histórico nacido de la interesada manipulación de un cronista.



CREDITOS

REDACTOR:  Enrique Cutillas Bernal

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TITULO: Los Caballeros Custodios ® 

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PUBLICADO EN: INFORMACION DE ALICANTE  ®


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