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Alicante Vivo © | REDACTADO POR: Jesús
ullien proyectó para Alicante, un nuevo, grande y hermoso edificio. Una de las estaciones de mayor envergadura construida en España en aquellos años.
El edificio de viajeros constaba de dos cuerpos paralelos en sentido normal a las vías y entre ellos una gran escalinata que daba acceso al pórtico, formado por una sobria y contundente columnata de orden dórico, con fuerte entablamento y potente cornisa, mientras que en el centro resaltaba el escudo de la Compañía.
Algo retranqueada surgía la gran cubierta a dos aguas sobre estructura metálica a modo de enorme frontón que se abría e iluminaba el interior a través de un gran ventanal termal.
El conjunto de la fachada reflejaba el carácter neoclasicista de la obra, considerándose dentro de la historia de la arquitectura ferroviaria de la época, la más interesante por su delicado diseño, su integridad estilística y su configuración monumental.
Interior del edificio de viajeros de la estación de Alicante MZA. Col. I. Aguilar.
Lamentablemente entre 1967 y 1968, la fachada de la estación de Alicante fue totalmente modificada y transformada al introducir un cuerpo central en lugar del pórtico, eliminando por completo su bella imagen, sólo apreciable en las antiguas fotografías.
También es importante reseñar la estructura metálica que cubría la zona de andenes y vías, una armadura del sistema Polonceau de cuatro bielas, obra de la casa Schneider y Cía que todavía hoy se conserva sin muchas contaminaciones o modificaciones interpuestas. Su inauguración oficial se llevó a cabo el 25 de mayo de 1858, con motivo del viaje real que Isabel II realizó para el evento.
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El viernes, cuatro de octubre de 1912, un tren procedente de Albacete, atravesó las paredes de nuestra estación de MZA pasando por encima de los rigidos topes de vias, pulverizó el despacho de billetes y derribó una de las columnas de la fachada del edificio, saliendo la locomotora a la Avenida de Salamanca. Bajo la máquina, aún resoplando, entre un montón de astillas, piedras y cascotes, se divisaban varios cuerpos. Allí mismo, entre las ruedas, un joven alicantino de diecisiete años, Rafael Furió, apenas si podía moverse. Cuentan las crónicas periodísticas que pidió agua en dos ocasiones y finalmente un cigarrillo, en tanto se procedía a las tareas de salvamento y desescombro. El muchacho, por último, fue trasladado al hospital, donde murió.Además de Rafael Furió hubo varias víctimas más. Se rescataron los cadáveres del notario de Monóvar Martín Gual, de Juan García Gomis, del Moralet, de Juan García Pastor y de María Gomis. Los heridos, que fueron muchos, recibieron atención en la Casa de Socorro y en el hospital, entre ellos la señora Remedios Galera, la taquillera que se encontraba despachando billetes, en el momento de producirse el tremendo impacto.
El tren que tenía su llegada oficial a las doce horas cuarenta minutos, llegó con retraso y prisas entrando como un terremoto a las catorce y siete, en medio de un estruendo ensordecedor, sembrando el pánico y la destrucción. No mucho después de la catástrofe, se personaron en la estación el alcalde de la ciudad, Federico Soto, el presidente de la Diputación, los gobernadores civil y militar, los jefes de seguridad, varios concejales y médicos, el presidente de la Cruz Roja, camilleros, voluntarios....El fallo de los frenos automáticos causó tan trágico accidente. El inspector de ferrocarril declaró que, tras salir de San Vicente, se percató de que el maquinista no dominaba el tren. Se calcula que al chocar con la estación llevaba una velocidad de 40 km/h, lo que para entonces era un vértigo. Por fortuna, varios pasajeros se arrojaron del trén en marcha antes de producirse la colisión, como el propio revisor, Carlos Villagarcía.La Prensa denunció que, en apenas un año, se habían registrado otros dos accidentes, aunque no tan aparatosos, y los atribuían a la dejadez de la compañía ferroviaria. Curiosamente, la casas cinematográfica Marín y el noticiero francés Pathé tomaron las imagenes del suceso.
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