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ntre mis recuerdos de mi infancia en la posguerra, figuran viejos oficios que han ido desapareciendo con la llegada de la tecnología, y otras actividades que no llegaban a la hermosa calificación de oficios, pero que sirvieron en esa dura etapa para conseguir algún dinero en aquellos momentos difíciles. Entre ellos vienen a mi memoria los denominados “colilleros”.
La mayor parte del tabaco que se fumaba entonces era negro. El rubio quedaba reservado a los suministrados por estraperlistas para los “snobs” y las mujeres. Para los más fumadores, con menos posibilidades, estaba el tabaco procedente de las colillas. Y aquí entran en juego los colilleros.
La mayor parte del tabaco que se fumaba entonces era negro. El rubio quedaba reservado a los suministrados por estraperlistas para los “snobs” y las mujeres. Para los más fumadores, con menos posibilidades, estaba el tabaco procedente de las colillas. Y aquí entran en juego los colilleros.
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Una de las profesiones que han desaparecido con el paso del tiempo y el aumento del nivel de vida, es la del colillero, que estuvo en auge sobre todo en la época de la postguerra cuando las necesidades y las carencias obligaban a hacer cosas que después desaparecieron. Pero en esa época, la falta de tabaco hacía que los vendedores ambulantes ofreciesen a sus clientes cigarrillos muy baratos de fabricación casera con tabaco que a veces provenía de la recogida masiva de colillas.Las ordenanzas municipales promulgadas en 1906 son las únicas que se han recopilado y publicado completas. Desde entonces hasta hoy muchas de ellas han cambiado drásticamente y entre ellas la del artículo 26 que dice textualmente: «Queda prohibido recoger puntas de cigarros». Y como al parecer esta ordenanza no ha sido aún derogada, es evidente que sigue en vigor la prohibición de recoger colillas.Yo conocí en mis años mozos la época de los colilleros y aún recuerdo una de nuestras bromas de niños. Conocíamos a uno de esos colilleros y se nos ocurrió una tarde a los de la cuadrilla recoger todas las colillas que pudimos encontrar y las dejamos formando un montoncito por donde solía pasar nuestro hombre. Llegó, vio aquel tesoro y no saben ustedes la alegría con que se guardó la cosecha de colillas en el bolso.Como prueba de la profesionalidad del colillero quizá recuerde algún lector veterano aquella canción que estuvo de moda en los años 40 y que se suponía cantada por un vendedor ambulante de cigarrillos. La copla se refería al pregón de uno de estos vendedores clandestinos y decía así: «Tabaco y cerillas... Aquí no hay colillas... Si quieren fumar - no duden en pasar - el estanco está abierto - y pueden comprar».
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