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miércoles, 17 de septiembre de 2025

El carrer dels segos

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na cosa es el nombre oficial de las calles en el callejero y otra aquel por el que son conocidas popularmente por los ciudadanos. Tal fue el caso, durante muchos años, de la actual calle Camarada César Elguezabal, en el Barrio Nuevo del viejo Alicante.

Los más viejos del lugar, y en voz baja, recordaban su denominación anterior a la guerra civil -carrer Torrijos-.
Pero el nombre más conocido era el de «carrer dels cegos» por estar ubicada la sede de la Organización de Ciegos en uno de los edificios de la acera de los impares situado entre las calles de Gerona y Colón.

Allí tenía lugar cada noche el primitivo sorteo del cupón.

TITULO DE LA PUBLICACIÓN: El carrer dels cegos.
INFORMACION © | REDACTADO POR: José María Perea

    La actual calle de César Elguezábal fue unas de las primeras en las que se empezó a edificar en el Barrio Nuevo después de que en 1811, tras el derribo por razones militares del primitivo barrio de San Antón, el Ayuntamiento, con terrenos propios y del antiguo huerto de San Francisco, compensara con ese suelo a los propietarios desalojados de la ladera del Benacantil.

Su primera denominación fue «calle de la Igualdad», y se extendía desde la calle Gerona hasta la del Diluvio, que es la actual vía dedicada al médico Pascual Pérez, que antes tuvo por nombre «pintor Agrasot».
Estas viejas rotulaciones me han recordado el barcelonés barrio de Gracia, donde todavía existe una calle del Diluvio perpendicular a otras tres evocadoras de los principios de la Revolución Francesa: carrer de la Llibertat, de la Igualtat y de la Fraternitat. Todas ellas están muy cerca de la famosa «Placa del Diamant» que inmortalizara la novela de Mercé Rodoreda.

Seguramente, al igual que debió suceder en Barcelona, donde la calle del Diluvio nace en el «Turó de l'Olla», la alicantina calle del Diluvio recibiría tal apelativo porque al lindar con la muralla de la ciudad recogía las aguas pluviales, al hacer la muralla de presa, en cantidades propias del pasaje bíblico.
Pero el nombre de «Igualdad» para la actual César Elguezabal nada tiene que ver con la toma de La Bastilla, pues según el presbítero Gonzalo Vidal Tur recibió tal nombre «por lo igual de sus edificios en perspectiva, dibujo, amplitud y altura». Algo hoy imposible de percibir dada la amalgama entre viejas y nuevas edificaciones.

La calle, al abrirse en 1885 la avenida de Alfonso el Sabio, tuvo su dimensión actual, partiendo no desde Gerona sino desde Barón de Finestrat (sobre cuya importancia y la denominación de «Teatinos» habrá que volver algún día).
Durante muchos años estuvo dedicada al general Torrijos, cuyo fusilamiento en 1830 en las playas malagueñas, al desembarcar para encabezar uno de los alzamientos liberales del siglo XIX, inmortalizaría en lienzo el alcoyano Antonio Gisbert.

Finalizada la guerra civil recibió la denominación de César Elguezabal, un estudiante falangista fusilado junto con otros 51 prisioneros en noviembre de 1936, la noche posterior al famoso bombardeo «de las ocho horas» que sufrió Alicante por la aviación leal a Franco.
Estas historias son las que constan en los libros. Los chiquillos que correteábamos por ella apenas sabíamos nada de ello. Y en nuestras casas, como en tantos lugares de aquel Alicante de los años cincuenta y sesenta, la calle era conocida sencillamente por la «dels cegos».

El nombre tenía toda la justificación del mundo. Allí acudían cada día los vendedores del cupón a liquidar cuentas antes de encaminarse a sus puestos habituales de venta: por las mañanas, en torno al Mercado Central, y por las tardes en vías comerciales como la Rambla, Bailén, Gerona o la calle Castaños.
A última hora de la tarde volvían a la sede de la Organización de Ciegos voceando «la lluna» (el 07), «la mudança» (el 69), «l'orinal» (el 82) o «la talega» (el 12).

El sorteo se hacía ante el público, en un salón poco iluminado al que se accedía por una escalinata, en cuyo suelo se instalaba en Navidades un belén de grandes dimensiones. Se extraían las bolas de tres bombos como los del juego de la lotería que teníamos en nuestras casas, y el resultado se colocaba en la puerta con una pizarra. En días de lluvia y frío nadie asistía al sorteo, salvo los chavales del barrio para quienes aquel acto tenía algo de misterioso, por lo que el ordenanza de la ONCE, que vivía en el mismo edificio y cuyos hijos eran compañeros nuestros de juegos infantiles, tenía que requerir a los dos primeros transeúntes que encontrara para que presenciaran y firmaran como testigos el acta del resultado de la suerte.

La Organización de Ciegos contaba con un colegio en el mismo barrio: en la calle Álvarez Sereix, donde hoy está Mercadona y antes estuvo el cine Chapi.
Cuando desapareció de César Elguezabal la sede de la ONCE ya no estaba tampoco la lechería del principio de la calle, ni la escuela de doña Ángeles (en la esquina con Colón, a la que los párvulos acudíamos con nuestra propia silla baja), ni algunas de las cocheras donde dormían cada noche los «coches de punto», los últimos coches de caballos de alquiler que, por alguna razón que no alcanzo, proliferaban en aquella calle.

Nos quedaban otras cosas: la tienda de «Paco», el establecimiento de comestibles, bodega y cacharrería de la familia Piedecausa; el obrador de la heladería «La Glacial» (donde veíamos hacer los polos); y la tienda de chucherías y petardos que daba frente a la Plaza Nueva.

Diario Información de Alicante


PascualRosser

CREDITOS

REDACTOR:  José María Perea

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TITULO: El carrer dels segos | Copyright ©

SECCIÓN: Paseos por la memoria  Copyright ©

PUBLICADO EN: INFORMACION |  17/01/1998 | Copyright ©


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