Las obras de remodelación, aplazadas lago tiempo, se han presupuestado en 250 millones de pesetas y pretenden conseguir lo que hace 25 años quedo en un intento que no satisfacció a casi nadie, y que, con el paso de los años fue deteriorándose hasta convertirse en un lugar de unos de los puntos más céntricos de Alicante.
Recordemos la historia. La remodelación de la Rambla, sobre todo la igualación de ambos laterales, implicó en los años sesenta una actuación en la acera de los pares, donde se mantenía un paseo elevado por dos escalones con arbolado.
Baste recordar cómo salían en desbandada cientos de pájaros de las ramas en el momento en que los moros de La Vila disparaban su cañón de pólvora en el desfile de la provincia, con motivo de les Fogueres.
Entre la angosta calle de Santo Tomás y la prolongación de Duque de Zaragoza se actuó con un plan urbanístico que marcó nuevas alineaciones y rasantes, así como el derribo de edificios y la desaparición de la calle del Santísimo Cristo, abierta al tránsito en el siglo XVII para unir la calle Argensola con la Rambla, El nombre de esta calle hacía referencia al Cristo de la Buena Muerte, venerado en San Nicolás.
Con aquellas obras en que desapareció la calle del Santísimo Cristo reflejadas en la foto de Chola Arjones del año 1996, desaparecieron también inmuebles como el que ocupaba el Palacio de los Deportes, de la familia Navarro Olcina, o el taller de encuadernación de Cortell Fenollar, del que me cuentan que era un profesional de gran prestigio.
Con el derribo de estas viviendas quedó comunicada con la Rambla la vieja plaza de San Cristóbal, que es como era conocida por los alicantinos desde el siglo XIX la entonces dedicada el falangista callosino José María Maciá, uno de los 52 fusilados tras el intento de liberar a José Antonio Primo de Rivera de la cárcel de Alicante el 19 de julio de 1936.
Esta típica plazoleta alicantina tenía su entrada por la calle general Sanjurjo (que hace años recuperó su nombre tradicional de calle Labradores) y su salida por la del general Primo de Rivera, denominación que todavía consarva el corto tramo entre Duque de Zaragoza y el inicio de la Díaz Moreu.
Mantuvo desde el siglo XVI el nombre de «Plaza de la Puerta de la Huerta de Sueca», hasta que al desaparecer en el siglo XIX la citada puerta con el derribo de la murallas -cuyos restos son todavía visibles en el solar del número 8 de la calle Primo de Rivera- se rotuló con el nombre de San Cristóbal.
Aunque el 16 de agosto de 1919, a propuesta del concejal Sánchez San Julián, se le cambió el nombre por el de plaza de «Juan Poveda», los alicantinos siguieron conociéndola como «Plageta de Sant Cristófol», como queda reflejado en el entrañable libro de relatos editado en 1973 por el que fuera alcalde Agatángelo Soler Llorca, que, con ilustraciones de su hermano Xavier, recogió una serie de pequeñas historias costumbristas sobre la vida del Alicante de finales del siglo XIX y principios del XX que giran en torno a la citada plaza y sus moradores.
La farmacia Soler, Instalada en dicha plazoleta desde 1836, fue regida por José Soler Sánchez, Agatángelo Soler Llorca y Xavier Soler Llorca. En las plantas superiores tenía la familia Soler su vivienda. Por eso no es extraño que, cuando se produce la transformación urbanística de hace más de 33 años, Agatángelo solicitara, y obtuviera del Ayuntamiento, la cesión de la fuente que ocupaba el centro de la plaza.
Para poder alcanzar sus grifos los más pequeños teníamos que subirnos a la taza de hierro que la circundaba. De una caída en ese intento conservo una cicatriz en la frente, tras pasar por varios puntos de sutura en la antigua Casa de Socorro.
Aquella remodelación, que acabó con la plaza, concluyó hace 20 años, cuando el 1 de febrero de 1978 se ponía en servicio un aparcamiento subterráneo de 450 plazas, el segundo tras el la Montanyeta, en régimen de concesión municipal por 50 años.
Los adjudicatarios del párking corrieron con los gastos de los materiales de mármol rosa hoy destrozados, lo que junto con el color de los edificios circundantes rebautizó el lugar popularmente como «la pantera rosa». Para ese espacio concibió Eusebio Sempere su obra «Como una estrella», que se instaló en el Portal de Elche.
Ojalá ahora, en que se han rehabilitado los viejos edificios supervivientes, se acierta más que entonces en la integración de este espacio tan tradicional.

CREDITOS
REDACTOR: José María Perea
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TITULO: Un cuarto de siglo de espera | Copyright ©
SECCIÓN: Paseos por la memoria Copyright ©
PUBLICADO EN: Información | 07/03/1998 | Copyright ©
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