Las murallas de Alicante fueron un conjunto defensivo formado por un triple anillo de murallas que protegían la ciudad española de Alicante.
El primer perímetro amurallado tuvo su origen en la antigua medina musulmana de Laqant. Es poco lo que se conoce de estas murallas porque se fueron derribando sus muros a medida que la ciudad crecía y perdían utilidad defensiva. La segunda muralla se construyó y se reforzó entre los siglos XIII y XIV, bajo el dominio de diferentes reyes cristianos (Alfonso X, Jaime II y Pedro IV), para proteger a la población que se había asentado extramuros. El tercer anillo amurallado, el más exterior, se construyó a lo largo del siglo XVI, en el contexto del establecimiento de un nuevo sistema defensivo para la ciudad.
Su derribo comenzó en 1860, dos años después de que Alicante perdiera su condición de plaza fuerte, y permitió la expansión de la ciudad. En la actualidad solo quedan algunos vestigios, siendo los mejor conservados los que se encuentran en la Calle Mayor y el Paseíto Ramiro, que fueron declarados bienes de interés cultural de la provincia de Alicante el 3 de junio de 1996 y el 14 de abril de 1997, respectivamente.
La muralla islámica de Alicante tiene su origen en el siglo VIII, tras la caída de la ciudad de Lucentum y su entorno bajo el dominio islámico. En este periodo, la ciudad comenzó a ser conocida como Laqant o Al-Laqant. Los musulmanes de la época eligieron la ladera del monte Benacantil para establecer su asentamiento principal, una decisión estratégica que les permitió aprovechar la elevación y las características naturales del terreno para la defensa.
La muralla islámica se extendía alrededor de la medina musulmana, desde la base hasta la cima del monte Benacantil, donde se situaba la alcazaba. Esta estructura defensiva se encontraba a 167 metros sobre el nivel del mar, lo que proporcionaba una vista privilegiada sobre el territorio y la costa, facilitando la defensa contra invasores tanto por tierra como por mar.
La muralla principal estaba formada por muros sólidos, algunos de los cuales aún se conservan en la zona de la Ereta, ubicada en la falda del Benacantil. La medina contaba con varias puertas de entrada, siendo la más importante la Puerta Ferrisa. Esta entrada principal estaba flanqueada por dos torres imponentes, de las cuales hoy en día solo se conserva una gran columna de roca blanca en la Calle Jorge Juan, que nos da una idea de la magnitud de las torres originales. Además de la Puerta Ferrisa, existía un segundo acceso conocido como el Portal Nou, situado en el extremo opuesto de la muralla. Ambas puertas estaban conectadas por la calle principal de la medina, que en la actualidad corresponde a la Calle Villavieja.
Las torres de vigilancia, como la Torre de la Matanza, la Torre del Mig Almut y la Torre de la Pólvora, reforzaban la defensa de la muralla. De la Torre de la Pólvora se conserva la base poligonal en la Plaza del Puente.
La muralla de los s. XIII y XIV es el segundo anillo de la muralla de Alicante fue una expansión defensiva construida tras la conquista cristiana de la ciudad en 1248 por el infante Alfonso de Castilla, quien más tarde se convertiría en Alfonso X el Sabio. Esta nueva estructura surgió como respuesta a la necesidad de proteger la creciente "Villa nova" cristiana, que se desarrollaba en el área anteriormente ocupada por el arrabal musulmán, justo al salir de la antigua medina.
Después de la conquista cristiana, la ciudad comenzó a expandirse más allá de los límites de la antigua medina musulmana, formando un nuevo núcleo urbano conocido como la "Villa nova". Este crecimiento urbanístico demandaba una nueva línea de defensa, especialmente debido a la cercanía del mar y la posibilidad de ataques por esa vía. Así, los castellanos decidieron construir un segundo anillo de muralla que sirviera para proteger tanto la nueva villa como su puerto emergente.
La muralla del s. XVI es el tercer anillo de murallas de Alicante que se construyó en respuesta a la creciente necesidad de protección frente a las amenazas externas que surgieron durante los siglos XVI y XVII. Este periodo fue testigo de un auge en la actividad económica de la ciudad, especialmente en su puerto, lo que atrajo tanto a comerciantes como a piratas. Las incursiones piratas en la costa mediterránea, particularmente las de Barbarroja y sus sucesores, junto con el crecimiento demográfico, hicieron evidente la insuficiencia de las defensas existentes, impulsando la construcción de una nueva muralla.
Entre 1526 y 1557, la situación en Alicante era cada vez más preocupante debido a los ataques piratas y las crecientes tensiones en el Mediterráneo. La población de la ciudad también había aumentado significativamente, con nuevos barrios y comercios desarrollándose fuera del segundo anillo de muralla, cerca del mar. Estas circunstancias llevaron a la decisión de fortalecer las defensas con un tercer anillo de murallas, diseñado para abarcar las nuevas áreas urbanas y asegurar una mayor protección contra las amenazas marítimas.
Debido a la proximidad entre las nuevas murallas y las ya existentes, se creó un espacio estrecho conocido como "Mur i Mur" (Muro y Muro), donde las dos líneas de defensa estaban separadas solo por unos pocos metros. Esta configuración permitía una defensa en profundidad, lo que significaba que si un enemigo lograba superar la primera línea de murallas, aún enfrentaría una segunda barrera antes de poder ingresar a la ciudad.
El tercer anillo también incluyó la construcción de tres baluartes principales, estructuras fortificadas diseñadas para mejorar la capacidad defensiva de las murallas:
Baluarte de San Sebastián: Situado cerca del Portal Nou, este baluarte se encargaba de defender uno de los accesos clave al norte de la ciudad. Restos de este baluarte todavía pueden encontrarse en la Calle Villavieja.
Baluarte de San Bartolomé: Ubicado junto al Portal de Elche, este baluarte protegía la entrada principal al oeste de la ciudad, donde comenzaba el camino hacia Elche.
Baluarte de San Francisco: Este se encontraba cerca de la Puerta de la Huerta y desempeñaba un papel crucial en la defensa de la parte norte del tercer anillo.
Además de estos baluartes, el tercer anillo contaba con dos torreones conocidos como Nuestra Señora de Montserrat, que flanqueaban la puerta del Mar, proporcionando una defensa adicional en el acceso marítimo a la ciudad. Estos torreones, junto con los baluartes, fueron equipados con artillería de bronce y campanas para alertar rápidamente a la población en caso de ataque.
Según un informe estadístico de la época, en el Alicante intramuros había 15 plazas, 125 calles, 2490 casas y 16687 habitantes; en el barrio de San Antón, ya extramuros, había dos plazas, 16 calles, 417 casas y 2796 habitantes; y en el barrio del Arrabal Roig, también extramuros, las calles eran 4, las casas 171 y los vecinos 859.
Que la ciudad quería crecer, lo demuestra estas anotaciones de Juan Vila y Blanco: "Alicante vive la vida de las ciudades populosas. Nos han visitado y visitan las poblaciones limítrofes; todo Madrid ha venido a ver su Puerto, un Puerto digno de nuestra Corte Real. Terminado el ferrocarril, llegan diariamente muchas empresas alemanas, inglesas, francesas y españolas, de todo porte y fuerza".
El panorama era óptimo, esperanzador. Pero, insisto, apretaba en exceso nuestros muros de piedra. ¿Solución? Eliminar el corsé, abrir nuevas zonas, ampliar las posibilidades de crecimiento de una ciudad disparada a la evolución urbanística. Y claro, para qué engañarnos, aquella visita de la reina fue como agua de mayo. ¡Que se entere la monarquía de nuestro problema!
Isabel II (ojo, nuestra Isabel, no la inglesa) llegó a la estación de Madrid a las seis y media de la tarde del dia 25 de mayo de 1858. Como decía el cronista local "viene elegante, graciosa, alta de estatura" y añade "desde la estación bajan los ilustres viajeros a la frondosa alameda, por entre cuyas dos filas de árboles que le dan ese nombre, y de los llamados del Paraiso, y de florescentes adelfas, más embellecido todo con otras dos filas de pintados mástiles en cuyas alturas flotan gallardetes, se dirigen a la Puerta de San Francisco, en donde le son ofrecidas, en bandeja de plata, las llaves de la ciudad".
Isabel II, pues, entró en la ciudad de Alicante por la Puerta de San Francisco, y sin duda alguna pudo leer el texto de la lápida colocada sobre la misma, con esta inscripción: "Alicante hizo estas murallas en defensa de Fernando VII. Año 1810".
Por entonces, era alcalde de nuestra ciudad José Miguel Caturla, quien, acompañado por los miembros de la corporación, esperaba a Su Majestad al pie de las escaleras.
Sin embargo, a la Reina le íbamos a ofrecer muy pronto la posibilidad de devolvernos el favor. Dos días después, el 27 de mayo, respondía Alicante en boca de los responsables del Municipio pidiendo, enre otras cosas, autorización real para construir viviendas fuera de las murallas, en el ensanche, con argumentos tan sólidos como irrebatibles: desarrollo de la ciudad y necesidad de seguir la línea de progreso marcada por la época.
Por desgracia, nadie llegaría a pensar que una de aquellas peticiones formuladas a Isabel II, la referida al necesario derribo de todas las murallas, iba a armar tanta polvareda y a prolongarse durante más de un siglo. Pero no adelantemos acontecimientos.
Y es que la ciudad crecia. Era necesario, ya, ampliar el casco urbano, que estaba protegido con muralla desde el Portal de Suecia (hoy Alfonso X el Sabio) hasta la actual Plaza de los Luceros, para descender al mar. Dentro de este recinto estaba la Muntañeta y el arrabal de San Francisco, con su torre de defensa. La Muntañeta tenía su molino de viento, había una cantera para la extracción de piedra que , aún de escasa calidad) era utilizada en la construcción de edificios, y un horno de cal y yesera. Por si le faltaba poco a aquel sector, unas cuantas casitas, humildes y elementales, empezaban a constituir un suburbio que se poblaría y mucho hasta 1930.
Resulta curioso que, aun cuando a la petición de los alicantinos respondió con un SÍ rotundo Isabel II, las murallas permanecieron en pie muchos años, con gran dolor de nuestros habitantes. La "Guerra de las Murallas" había comenzado precisamente a los escasos días de la marcha de la Reina. Ella fue la que pronunció los primeros gritos contra los muros de piedra.
El dictamen del Ministros de la Guerra, fechado el 3 de julio y comunicado al Ayuntamiento, decía textualmente lo siguiente:
"Atendiendo la Reyna a la conveniencia y necesidad de dar más extendidos límites a la ciudad de Alicante, ceñida hoy por un recinto que impide su crecimiento, se autoriza su derribo total".
Durante su estancia en tierras alicantinas, que se prolongó más de 3 días, la Reina había sido generosa, entregando hasta 90.000 reales a hospitales y conventos de Villena, Biar, Campo de Mirra, Cañada, Sax, Salinas, Monovar, etc... Por lo que respecta a la capital, las donaciones habían sido de 16.000 reales para los menesterosos, 2000 para el Convento de las Agustinas, 2000 para el Convento de las Capuchinas, 2000 para las Monjitas de Santa Clara del Monasterio de Santa Faz, 3000 para la mendicidad, 2000 para la Casa Socorro, 4000 para el Hospital de San Juan y 4000 para la cárcel.
Y es que la ciudad crecia. Era necesario, ya, ampliar el casco urbano, que estaba protegido con muralla desde el Portal de Suecia (hoy Alfonso X el Sabio) hasta la actual Plaza de los Luceros, para descender al mar. Dentro de este recinto estaba la Muntañeta y el arrabal de San Francisco, con su torre de defensa. La Muntañeta tenía su molino de viento, había una cantera para la extracción de piedra que , aún de escasa calidad) era utilizada en la construcción de edificios, y un horno de cal y yesera. Por si le faltaba poco a aquel sector, unas cuantas casitas, humildes y elementales, empezaban a constituir un suburbio que se poblaría y mucho hasta 1930.
Resulta curioso que, aun cuando a la petición de los alicantinos respondió con un SÍ rotundo Isabel II, las murallas permanecieron en pie muchos años, con gran dolor de nuestros habitantes. La "Guerra de las Murallas" había comenzado precisamente a los escasos días de la marcha de la Reina. Ella fue la que pronunció los primeros gritos contra los muros de piedra.
El dictamen del Ministros de la Guerra, fechado el 3 de julio y comunicado al Ayuntamiento, decía textualmente lo siguiente:
"Atendiendo la Reyna a la conveniencia y necesidad de dar más extendidos límites a la ciudad de Alicante, ceñida hoy por un recinto que impide su crecimiento, se autoriza su derribo total".
Firmado:     Por varias Webs |    30 Junio 2007 |   Leer más en Alicante Vivo

CREDITOS
REDACTOR: Juan J. Amores y Wikipedia
FOTOGRAFÍAS: www.guerra-historia-publica.es | Copyright ©
TITULO: Alicante estuvo totalmente amurallada | Copyright ©
SECCIÓN: Murallas de Alicante Copyright ©
PUBLICADO EN: Alicante Vivo | Wikipedia ©
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