
C
esión nuestra habitual columna dedicada a la crónica de la ciudad de Alicante ya sobrepasa, con creces, las mil quinientas, lo que supondría un volumen de cerca de dos mil páginas, la historia nos ofrece siempre un nuevo aspecto, un episodio de mayor o menor calado, un personaje, talvez, escasamente conocido o nada reconocido.
La historia resulta inagotable, cuando se ausculta, día a día, y se le pone cariño y se le echan horas a la investigación y el mejor empeño, para que poco, se nos quede en la memoria.
REDACTADO POR: Enrique Cerdán Tato © | SECCION: La Gatera
La historia resulta inagotable, cuando se ausculta, día a día, y se le pone cariño y se le echan horas a la investigación y el mejor empeño, para que poco, se nos quede en la memoria.
REDACTADO POR: Enrique Cerdán Tato © | SECCION: La Gatera
Con esa intención de rigor, paciencia y metodología, que viene presidiendo nuestro cotidiano trabajo, volvemos a la figura de un coterráneo, a pesar de que nuestro admirado cronista, Montero Pérez, le atribuyó razonablemente cierta ingratitud, para con su lugar de origen.
Nos referimos a José Carratalá Martínez, que aquí nació, en diciembre de 1781.Aquel joven, pronto abandonaría su inicial vocación sacerdotal, para entregarse a los estudios de Derecho, en Valencia, en cuya universidad obtendría la licenciatura, a los veintisiete años de edad, es decir, en 1808. Con su título, se instaló en Madrid, para ejercer su profesión, pero las circunstancias, pronto le obligarían a regresar a Alicante, su ciudad natal, donde se integró en la Junta de Salvación, cuando, el dos de mayo, España se levantó contra los franceses.José Carratalá tenía evidentes condiciones de mando, de forma que, desplazado a Almansa, con su enfervorizada conducta, movilizó a numerosos jóvenes alicantinos, procedentes de familias acomodadas. Su palabra fluida y su entrega a la defensa del suelo invadido, le llevó a organizar un regimiento de infantería, por lo que sus superiores le ofrecieron el grado de comandante que rechazó, para aceptar tan sólo el de alférez. Durante la guerra de independencia, fue herido en varias ocasiones y recibió las condecoraciones militares de San Fernando y San Hermenegildo. Había comenzado su carrera militar.Carrera que lo llevaría al frente del Ministerio de la Guerra, según real decreto del día dieciséis de enero de 1838, firmado por la reina regente doña María Cristina de Borbón, tras la renuncia al cargo del general Espartero, como consta en la «Gaceta de Madrid». Antes, don José Carratalá, con el grado de mariscal de campo, firmaría las capitulaciones en Ayacucho, en donde se libró la batalla que dio a los peruanos su independencia.
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AUTOR DEL ARTICULOEnrique Cerdán Tato
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