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oy de la opinión que debería desaparecer la aridez de la falda del Benacantil, para lo cual la plantación de arbolado que, resistiendo la sequía, serviría para detener las piedras arrastradas por las aguas(…), y cambiarían el aspecto del monte en tros de verdor y frescura.
Qué cuadro tan diferente presentaría Alicante al verla reclinada sobre la falda con un fondo de verdura! Veríamos el empinado Benacantil, en cuyo vértice se asienta el famoso Castillo de Santa Bárbara, no ya como un señor feudal que en momentos determinados ha sembrado el terror y el espato y teñido de sangre el suelo alicantino, sino como padre amoroso que presta al mismo los medios para mejorar la higiene, al par que sitios de esparcimiento sin peligro alguno a la pública tranquilidad.
Qué cuadro tan diferente presentaría Alicante al verla reclinada sobre la falda con un fondo de verdura! Veríamos el empinado Benacantil, en cuyo vértice se asienta el famoso Castillo de Santa Bárbara, no ya como un señor feudal que en momentos determinados ha sembrado el terror y el espato y teñido de sangre el suelo alicantino, sino como padre amoroso que presta al mismo los medios para mejorar la higiene, al par que sitios de esparcimiento sin peligro alguno a la pública tranquilidad.
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Alicante Vivo © | PUBLICADO POR: Juan José Amores
Es natural que a la hora de relatar algunos antecedentes históricos de nuestra fortaleza, separaremos aquello que se refiere al Benacantil como monte público y civil, del Castillo de Santa Bárbara, casi totalmente vinculado durante siglos a la vida militar o bélica de Alicante.
Y es que el Benacantil es el primer gran parque público de la ciudad, aunque esté inacabado y haya sido fuente de inquietudes desde hace décadas.La parte recayente al mar, arrabal o Postiguet, estaba huérfana de plantaciones aún a pesar de que el 9 de septiembre de 1913, en “El Luchador” llegara a escribirse que: “el Benacantil será como el Tibidabo o el monte de los Mártires parisino”.
No es hasta el año 1911 cuando mediante real orden del Ministerio de la Guerra se “autoriza la repoblación forestal en las laderas del castillo” trabajos que recayeron en Francisco Mira i Botella (ingeniero de montes que llevó a cabo la reforestación de las Dunas de Guardamar), a quién el Ayuntamiento de la capital otorgaría en 1925 el título de Hijo Adoptivo de Alicante.En Marzo de 1912, aprovechando la visita a Alicante de los reyes don Alfonso XIII y doña Victoria Eugenia, esta última tuvo el honor de presidir el acto que inauguraba oficialmente el propósito de crear una espléndida zona verde en las laderas de Santa Bárbara. “El Correo” decía así: “De todos los festejos que este año se han celebrado en Alicante, el que más recuerdos dejará es el de la plantación del primer pino por la reina, pues pasando el tiempo tendremos en las inmediaciones de esta capital un sitio donde estar agradablemente un rato aspirando los aires puros de un monte poblado de pinos” a lo que el periódico añadía que “inmediatamente el alcalde de Alicante sacó de un estuche dos paletas de plata y las entregó a la soberana, que cubriéndolas de tierra las arrojó sobre un pino y una palmera”.Salvador Sellés Gosalbez, ilustre poeta alicantino, escribiría en un artículo de “El Luchador” el 16 de septiembre de 1913: “No más bombas en la cumbre, no más prisioneros en la cima, no más fusilamientos en la falda. Lo que fue volcán, será balcón; lo que fue cráter, ramillete”. Estas alusiones a la paz, nos recuerdan el artillamiento y desartillamiento del Castillo de Santa Bárbara como fortaleza en función de los tiempos transcurridos.
Francisco Montero Pérez, cronista y divulgador de temas de la terreta, publicó en el "Diario de Alicante" a finales de 1926 una serie de datos curiosos sobre la fortaleza: “la plaza de Alicante fue la segunda de España en la que se hizo uso de la artillería. El primer cañón llegó a Santa Bárbara en el reinado de los Reyes Católicos; dos más fueron regalados por Carlos V; y Felipe II donó el numero necesario de piezas de artillería para la fortaleza, baluarte y murallas de la ciudad". La invasión napoleónica incidió en la dotación de unos 150 cañones más, si bien las tropas napoleónicas desistieron de su intención de conquistar Alicante nada más conocer los efectivos dispuestos para su defensa.
Medio siglo después, en 1858, Alicante dejó de ser plaza de armas y fueron desmontadas las baterías de las murallas y del castillo San Fernando, quedando solamente la de Santa Bárbara y el baluarte de San Carlos, que fue derribado en 1868.
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