El incipiente tráfico aéreo de 1925 se intensifica en Alicante, cuyas líneas adquieren relevancia de enlace con el norte de África. Tras 20 meses del golpe de Primo de Rivera, se levanta el estado de guerra de forma fugaz y se producen encuentros institucionales entre las tres provincias de la entonces Región Valenciana. Las crónicas de Benjamín Llorens de aquellos años, en Contrastes.
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Hoja del Lunes © | REDACTADO POR: Benjamín Llorens
L
primeros de mayo y en vuelo directo procedentes de Toulouse llegan a Alicante cuatro aviones de la compañía Latécoère. Solo están de paso, pues forman parte de un contingente mayor destinado a cubrir el servicio de la línea Casablanca-Agadir. En aquel año de 1925 el aeródromo de Los Angeles, junto a la carretera de San Vicente, estaba bien presente en las operaciones de la cía. francesa que explotaba el servicio de la incipiente aviación en la terreta. La línea Toulouse-Rabat, que unía Francia con Marruecos, hacía escala en Alicante. Además desde aquí se unía la península con Orán y a partir de ese mes de mayo también con Argel. Estos servicios que conectaban España y Argelia se realizaban con hidroaviones que tenían pista en la dársena del puerto. En aquellos años 20 Alicante figuraba bien visible en el mapa aéreo del sur de Europa.
La prensa en general fue muy cauta al comentar la medida. Los diarios alicantinos recogían que «como consecuencia del levantamiento del estado de guerra la censura ha pasado a manos del elemento civil». Tras recibir la orden telegráfica de la Capitanía Militar de la Región, el capitán de infanteria Emilio Victoria dejaba su cargo de censor y se designaba al funcionario del Gobierno Civil Pedro Tomás para que ejerciera la previa censura a la prensa. Los periódicos alabaron la labor contemporizadora del capitán Victoria en su ingrata labor y le pedían un talante similar al nuevo responsable civil. Claro que todo esto ocurría el miércoles 20 de mayo, y el viernes 22 El Luchador incluía en portada una escueta nota que rezaba así: «Por orden superior ha vuelto la previa censura de la prensa a manos de la autoridad militar. Vuelve pues el capitán Emilio Victoria a esgrimir el lápiz rojo. Es su sino y el nuestro».
El 25 de aquel florido mayo, la compañía aérea Latécoère volvía a ser protagonista en las noticias, esta vez a su pesar, por causa de un infortunado accidente en su aeródromo de Los Angeles. A eso del mediodía había aterrizado el avión procedente de Málaga con correspondencia y un pasajero. Otro modelo Bréguet XIV tomó el relevo para proseguir viaje a Barcelona cargando el correo y al pasajero. Era un día soleado con rachas de fuerte viento. Despegó el aparato y al hacer un viraje a escasa altitud el viento desequilibró el avión, que dió una vuelta de campana cayendo a tierra desde unos 40 metros. El violento impacto incendió el motor y envolvió en llamas el aparato.
Los soldados del cercano campamento de Rabasa fueron los primeros en acudir al auxilio de los tripulantes, pero antes hubo que apagar las llamas que consumían el avión con sus 3 ocupantes en el interior, consumiéndose con él. Para cuando se pudo acceder al interior, el piloto monsieur Verjaun estaba completamente carbonizado, el mecánico Lampereur y el pasajero René Bergaud presentaban quemaduras graves. Un coche de la compañía aérea les trasladó al hospital provincial donde estuvieron luchando por su vida hasta que ambos se apagaron el 4 de junio, uno al mediodía y el otro al caer la tarde.
La prensa en general fue muy cauta al comentar la medida. Los diarios alicantinos recogían que «como consecuencia del levantamiento del estado de guerra la censura ha pasado a manos del elemento civil». Tras recibir la orden telegráfica de la Capitanía Militar de la Región, el capitán de infanteria Emilio Victoria dejaba su cargo de censor y se designaba al funcionario del Gobierno Civil Pedro Tomás para que ejerciera la previa censura a la prensa. Los periódicos alabaron la labor contemporizadora del capitán Victoria en su ingrata labor y le pedían un talante similar al nuevo responsable civil. Claro que todo esto ocurría el miércoles 20 de mayo, y el viernes 22 El Luchador incluía en portada una escueta nota que rezaba así: «Por orden superior ha vuelto la previa censura de la prensa a manos de la autoridad militar. Vuelve pues el capitán Emilio Victoria a esgrimir el lápiz rojo. Es su sino y el nuestro».
El 25 de aquel florido mayo, la compañía aérea Latécoère volvía a ser protagonista en las noticias, esta vez a su pesar, por causa de un infortunado accidente en su aeródromo de Los Angeles. A eso del mediodía había aterrizado el avión procedente de Málaga con correspondencia y un pasajero. Otro modelo Bréguet XIV tomó el relevo para proseguir viaje a Barcelona cargando el correo y al pasajero. Era un día soleado con rachas de fuerte viento. Despegó el aparato y al hacer un viraje a escasa altitud el viento desequilibró el avión, que dió una vuelta de campana cayendo a tierra desde unos 40 metros. El violento impacto incendió el motor y envolvió en llamas el aparato.
Los soldados del cercano campamento de Rabasa fueron los primeros en acudir al auxilio de los tripulantes, pero antes hubo que apagar las llamas que consumían el avión con sus 3 ocupantes en el interior, consumiéndose con él. Para cuando se pudo acceder al interior, el piloto monsieur Verjaun estaba completamente carbonizado, el mecánico Lampereur y el pasajero René Bergaud presentaban quemaduras graves. Un coche de la compañía aérea les trasladó al hospital provincial donde estuvieron luchando por su vida hasta que ambos se apagaron el 4 de junio, uno al mediodía y el otro al caer la tarde.
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