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ran conocedores de todas las calles de alrededor y sobre todo de la gente del barrio.
Abrían los portales de cada una de las casas, encendían las farolas, daban la hora y el parte del tiempo, ayudaban a subir la compra, y armados con una porra o chuzo eran un indispensable en las noches de la ciudad.
Su fuente de ingresos eran las propinas de los ciudadanos pero con la llegada de los porteros automáticos se acabó lo que se daba y se borró el sereno de la historia.
Las noches del sereno empezaban a las 22.00 y acababan a las 8.00 de la mañana del día siguiente. Hiciera frío o calor, lloviese o nevase.
Abrían los portales de cada una de las casas, encendían las farolas, daban la hora y el parte del tiempo, ayudaban a subir la compra, y armados con una porra o chuzo eran un indispensable en las noches de la ciudad.
Su fuente de ingresos eran las propinas de los ciudadanos pero con la llegada de los porteros automáticos se acabó lo que se daba y se borró el sereno de la historia.
Las noches del sereno empezaban a las 22.00 y acababan a las 8.00 de la mañana del día siguiente. Hiciera frío o calor, lloviese o nevase.
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Los serenos durante muchos años fueron los guardianes nocturnos de las calles de Alicante y de otras muchas ciudades de España. En su origen, las funciones que tenían era activar el alumbrado de la ciudad, por ello, popularmente también eran conocidos como «faroleros» y hacer «rondas nocturnas» para preservar la seguridad en las calles.
Aparte de todo esto, con el tiempo comenzaron a asumir otras funciones no oficiales, buscando alguna propina, siempre y cuando lo requería la ocasión. Por ejemplo, acompañar a los vecinos a sus viviendas y abrir el portal, ahuyentar a malhechores, avisar a los servicios sanitarios cuando ocurría un accidente o avisar a la policía en caso de necesidad. Pero quizá lo más curioso es que iban pregonando las medias y los cuartos de cada hora además de informar de las condiciones meteorológicas del momento. Algo que hoy en día resulta peculiar y llamativo. De estas situaciones, han quedado dichos populares tales como «son las tres y cuarto y nublado».
El uniforme que llevaban para llevar a cabo el oficio se ha convertido en un referente del tipismo alicantino. Consistía en lo siguiente: capote gris, gorra de plato, un chuzo (era un arma defensiva que consistía en un palo de madera acabado en una punta de hierro) , un silbato de bronce y un buen manojo de llaves. Dicen que era tanto el uso que hacía del silbato que la policía llego a ignorar en ocasiones tal señal y de ahí nació el refrán «Tomar por el pito un sereno».
Su presencia era fundamental sobre todo a partir de las diez de la noche, cuando para entrar en la vivienda era necesario que el sereno abriera el portal. Entonces en esa época, la persona en cuestión para que el sereno le abriera el portal, tenía que dar fuertes palmadas y gritar ¡SEREEENO!. Entonces a esta llamada, ellos respondían con ¡VAAA! y daban un golpe al suelo con el chuzo. ¿Te imaginas hacer esto ahora mismo?
Con la llegada de los porteros automáticos la figura del sereno, poco a poco, va desapareciendo hasta que a finales de los años 70 desaparece por completo su oficio. ¿Quién sabe si el renovado sereno pueda convertirse de nuevo en un habitual de cada barrio?
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