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miércoles, 17 de abril de 2024

Las Salinas de Calpe

Confirmadas las instalaciones de salazón de época romana de los Baños de la Reina.
SalinasCalpe
Fotografía tomada desde el peñon de ifach de las salinas año 1959/60.




L
a importancia y antigüedad de nuestras salinas lo confirman las instalaciones de salazón de época romana de los Baños de la Reina. En aquellas fechas el uso de la sal era primordial para la factoría de salazón del Morelló. No olvidemos que en dicha factoría necesitaban grandes cantidades de sal para conservar y sazonar el pescado y para la fabricación del garum, salsa que los antiguos y especialmente los romanos apreciaban sobremanera y que se confeccionaba con las vísceras y la carne de los pescados, como el atún, entre otros. Su proceso de fabricación consistía en la inmersión de las vísceras e intestinos del pescado en una solución salina saturada y su posterior fermentación favorecida por la acción de los rayos solares.

El 13 de Junio de 1260 en documento firmado en Barcelona el rey Jaime concede las salinas de Calpe a Bernat de Clora y los suyos a condición de que entreguen a la corona, las 4/5 partes de toda la sal y de todos los derechos que en adelante produjeren. A este respecto, es muy aclaratorio el documento firmado por el rey en Egea el 29 de Noviembre de 1263 arrendando las salinas a Guillermo de Narbona, militar, por cinco años; dejando a favor del arrendatario el aumento de los derechos y utilidades si los hubiere, con tal de que este respete los fueros de los cristianos y el modo de tributar de los sarracenos; comprometiéndose el rey Jaime, por su parte, a obligar a todos los habitantes del reino “ultra” el Júcar, a que se aprovisionen solamente de la sal de las salinas de Castellón y de Calpe.

Con posterioridad, en el año 1364 el Conde de Denia arrienda las salinas calpinas a Guillem Buigues En una esfera más prosaica, la sal ha dado motivo a los mayores abusos. Como quiera que es una materia indispensable, los reyes pensaron inmediatamente en venderla en provecho propio y luego la impusieron a sus súbditos. José Hinojosa en su obra Las salinas del mediodía alicantino a fines de la Edad Media nos cuenta;
“Lo importante para la monarquía y sus súbditos en el tema de la sal era conseguir unos precios fijos y unas demarcaciones fijas, unas gabelas en las que se centralizara y se pudiera controlar -teóricamente- la expedición de sal, evitándose los fraudes en el pago de los impuestos, introducción de sal foránea o de particulares. Normas que se repetían continuamente en fueros y actos de Corte, pero a las que no se conseguía poner coto. Fernando el Católico dio, en este sentido, una pragmática el 17 de Marzo de 1488, que fue la piedra angular de la explotación y comercio de la sal en años futuros. El objetivo era evitar la introducción de sal extranjera y los fraudes con la sal del reino, castigándose con la pena de muerte y perdida de bienes las infracciones. Se ordenaba la destrucción de todas las salinas particulares, salvo las gabelas reales, cuyo número se fijó en nueve: Valencia, Xátiva, Alzira, Burriana, Peñiscola, Cullera Villajoyosa, Alicante y Orihuela, las únicas autorizadas a expender sal a los naturales del reino. Las gabelas eran propiedad de la Corona, dirigidas y administradas por personas de nombramiento real. Los vecinos sólo podían proveerse de la sal ordenada y a los precios y con las medidas estipuladas. Lo que Fernando el Católico buscaba era engrosar las arcas reales con una buena gestión de la explotación de la sal, lo que tuvo su reflejo en los arrendamientos de dichas salinas. La realidad es que la imposibilidad de las salinas reales de suministrar sal suficiente a las poblaciones del reino hizo que volvieran a reaparecer las salinas particulares.”

El impuesto sobre la sal llamado gabela, nació de este modo y constituyó una de las más onerosas servidumbres fiscales. Este impuesto fue remodelado por las Cortes en 1510 asignándose a cada casa un real de sal y por cada cien cabezas de ganado, dos reales, toda persona, hasta los niños, venía obligada a comprar en una determinada salina una cantidad estipulada de sal, dándose el caso de que algunas poblaciones en épocas de catástrofes o hambrunas no podían asumir el acopio de sal que se les obligaba a adquirir, recurriendo a la benevolencia del Arrendador General de Salinas del Reino para que la cantidad asignada fuese menor.

El transporte de sal desde Calpe se efectuaba mayoritariamente por mar con el consiguiente peligro pirático que solían asaltar las barcazas, tanto es así que el Cónsul de Holanda en misiva dirigida al Director General de Rentas Generales fechada el día 30 Junio de 1755 se queja del peligro de los berberiscos que frecuentemente infectan aquellas costas. El transporte por tierra era prácticamente nulo, los caminos todos de herradura e impracticables la mayor parte del año permitían solamente el acarreo a lomos de animales y a través de arrieros. Esta situación se prolonga hasta finales del siglo XIX en que definitivamente se abre el camino carretero por estas tierras de la Marina.

Durante más de 500 años los arrendatarios fueron personas importantes y en muchos casos los administradores cometían fraudes y tenían las instalaciones en un estado total de abandono. En un informe de Septiembre de 1738 acompañado de una relación hecha por varios peritos se destaca lo deteriorados que están;
“Los estanques, calentadores, acequias, muelles y las eras” así como el deterioro en que se encuentra el tejado del salero “ ya que conforme caía el agua del cielo, daba sobre la sal, de que se siguió notable perdida, y se deshicieron mas de 700 fanegas de sal, que se hallaron de menos, pues dicho tejado estaba tan claro, que por las mas partes se veía el cielo, y la casa que esta separada, se esta cayendo, y no se atreven á habitarla los Administradores por temor de su ruina y la ermita que es más moderna esta deteriorada”.

En Diciembre de 1760 nuevamente el almacén de la salina necesita diferentes reparos para “impedir la introducción de las aguas y que no se han podido encerrar en el las 2.200 fanegas que se han fabricado este año, por lo que están a la inclemencia y expuestas a robos y mermas”. Los reparos necesarios fueron tasados por Bautista Marco en 5.061 reales de Vellón y 16 maravedíes.
En Enero de 1764 se les exige al administrador Juan Gárulo y al Fiel Interventor Cristóbal de Algarra la obligación acogiéndose a la nueva normativa, de poner un Arca de Intervención con dos llaves para guardar los caudales.
En Septiembre de 1780 el Fiel Interventor Josef Gonzales de Sepúlveda fallece después de diez años de trabajo en estas salinas, dejando a su viuda con dos niñas pequeñas y embarazada teniendo que recurrir ella a instancias superiores solicitando una pensión sobre el Fielato de Calpe ya que no tiene derecho al Montepío de Reales Oficinas y ha quedado en total desamparo y miseria.

A partir de estas fechas la falta de productividad de la salina calpina y la escasez de cosechas hacen que el Administrador General de Valencia proponga en el año 1782 diferentes reparos que son necesarios para su buen funcionamiento. Finalmente y después de varios dictámenes se llega a la consideración de que:

“Serian inútiles el gasto de esa cantidad, por la mala constitución de las eras y depósitos de la salina, por lo que no tendrían subsistencia las obras, por la falsedad del terreno y haberse planificado la fabrica sin mas arte, que el haberla formado cavando en un llano”.
“A su consecuencia hacemos presente a V.I. que la Salina llamada de Calpe, se halla situada en el termino de la Villa de este nombre, a la orilla del Mar, en un terreno tan sumamente desigual, y arenisco, que con el tiempo, y sin embargo de las continuas, y costosas obras, que se han ejecutado, ha llegado a decaer la fabrica en términos que no produce, ni para la mitad de los precios comuneros de aquel partido, de modo, que el resto se conduce de las Salinas de la Mata, y sale a la Renta la Sal mucho mas barata que la fabricada en Calpe”.


“Con motivo de las continuas lluvias de estos últimos años, nos hizo presente el Administrador General en principios del próximo pasado, que ya se había deteriorado la Salina, en términos que se hacia preciso repararla formalmente para que fabricase, pero que haciéndose cargo del mucho coste que siempre ha tenido àla Renta el mantenerla, sin embargo de la escasez de sus cosechas, y viendo por otro lado la comodidad de surtir aquel Partido con Sales de la Mata, que por ser de mejor calidad, las apetecen los pueblos, le parecía mas útiles el extinguir la salina de Calpe, y trasladar la Administración à la ciudad de Dènia, que esta inmediata, por ser un Puerto mas seguro y de mas Comercio, à donde acuden la mayor parte de los Vecinos de aquellos Pueblos, como Cavesa de Partido, y al contrario la Playa de Calpe, donde están expuestos los Barcos que conducen la Sal, mientras se hacen las descargas”.

El siguiente intento de volver a poner en funcionamiento las salinas es por parte de Vicente Buigues Ferrando, oriundo de la vecina Moraira; experto marino y héroe en el salvamento del trasatlántico italiano Sirio en Cabo de Palos. Aproximadamente al año de la compra, el 14 de Marzo de 1918, Vicente escritura la finca de 44 Hectáreas "plantada parte de viñas, cereales y el resto en casi su totalidad destinada a pastos con una casa de labor" a nombre de sus cinco hijos; José, Vicente, Antonio, Josefa y Hermenegildo. Parte del saladar pertenecía a Juana Signes Costa y a los hermanos Rosa, Josefa y José Salvá Mulet , vecinos todos ellos de Gata de Gorgos que venden a la Sociedad Buigues Hermanos la finca. La compra de estas tierras por parte de Vicente Buigues Ferrando "el ti Marguí", en un principio muy superiores a lo que fue después la explotación salinera, tuvieron un costo de 4400 pesetas.
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