Eau de cloaque - Alicante Histórica

 

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martes, 26 de marzo de 2024

Eau de cloaque

En esta ocasión Benjamín Llorens en «Contrastes» nos retrae al Alicante del s. XIX. cloaque2

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Este magnífico grabado de Nicolás Chapuy, cuyo original se conserva en la Bibliothèque National de France, nos enseña un Alacant de 1844. Retrata la Plaza del Mar -actual del Ayuntamiento, que fue edificado en terrenos ganados al mar - con las torres de Santa María y las faldas del Benacantil al fondo. Apreciamos también la construcción frente a la entrada principal (por donde hoy circulan automóviles) y la fuente que se instaló delante del Consistorio y que desde luego no recuerdan ni los más viejos del lugar…ni sus abuelos.

PARA VER LA PUBLICACIÓN ORIGINAL COMPLETA DEBE DIRÍJASE A LA PAGINA DEL AUTOR
Contrastes © | REDACTADO POR: Benjamín Llorens



E
n Alicante, lo sabemos de sobra, llueve poco. Pero cuando caían cuatro gotas y no digamos un buen chaparrón, la tierra se tornaba en un barro que duraba semanas, dificultando e impidiendo los desplazamientos por el encorsetado casco urbano. Así ocurría en el siglo XIX en la mayoría de ciudades españolas.

Pero volvamos al barro. Para que éste no se secara del todo había una ayuda extra que proporcionaban los propios alicantinos. El vecindario tenía la costumbre de arrojar directamente a la calle, desde ventanas y portales, las aguas sucias e inmundicias. El mal olor alcanzaba cotas sublimes, pero se convertía en insoportable al añadir el del estiércol que, en forma de excrementos, dejaban en plena vía pública los animales de tiro y otros domésticos. La presencia de cuadras y establos en el mismo casco urbano aún hacía más fétido el olor habitual de la ciudad, a lo que había que añadir la existencia de pequeños vertederos urbanos, el «femer» a la puerta de casa. Si se pudiera embotellar esta «fragancia» su nombre estaría claro: Eau de Cloaque.

Cuando llegaba el verano todas las «lindezas» anteriores hacían posible que Alicante tuviera unas excelentes colonias de moscas, mosquitos e insectos en general, que -además eran transmisores de enfermedades e infecciones. Es el retrato de una ciudad sucia e insalubre, sin alcantarillado ni agua corriente, como tantas en aquella España de mediados del XIX.

Padecimos varias epidemias. Una de las más tristemente conocidas fue la del «cólera morbo» en 1854, con casi dos mil víctimas, entre ellas el propio Gobernador Civil, Trinitario Gónzalez de Quijano, contagiado mientras luchaba contra la epidemia como un sanitario más y en cuyo honor se levantó -por suscripción popular- el Panteón que lleva su nombre junto a la Plaza de Toros.

Alicante se acercaba a su año clave, 1858. Llegaría el camino de hierro, el ferrocarril, y nos traería la visita de la más Vip de la época, la reina Isabel II.
Cuando esto sucedió la ciudad contaba con 20.342 habitantes, 3.078 casas, 17 plazas y 145 calles, prácticamente todas de tierra. . . . . . . . . . . . . . . Leer la publicación completa aqui


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