Los cartagineses dirigidos por Hamilcar y su hijo Hannibla.
A
sedian y combaten la villa los cartagineses. Apodéranse por fin de ella. Los romanos subdividieron á España en dos partes. España Citerior ó mas próxima á la capital del imperio, y Ulterior, ó mas distante; y ambas juntas en tres grandes provincias. Eran estas la Tarraconense, la mayor de todas, cuyos límites empezaban desde el Duero por Oporto hasta el Esla. Desde la indicada confluencia de ambos ríos corrían sus lindes por Salamanca y Avala, atravesando el Tajo por Talavera hasta el Guadiana, y bajando por Almadén, cortaba el Betis inmediato á Cazorla, hasta Mujascar en la costa del Mediterráneo. La Bética comprendía desde las bocas del Guadiana hasta Carcuvium por N. y 0. La Lusitania estaba marcada al 0. por el Océano desde las bocas del Guadiana del S. hasta el Duero por el N. Por el E. atravesaba por Carcuvium el Guadiana, y cortando el Tajo por Talavera, iba á buscar la confluencia del Esla y Duero, que eran los límites de la Tarraconense.
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BIBLIOTECA © | REDACTADO POR: D. José Pastor de la Roca
Tras esa larga serie de dinastías intrusas que se sucedieron en España, tras ese juego complicado de acontecimientos generales, diversamente comentados, si bien ajenos de todo punto a la historia que nos ocupa, llega esa época tumultuosa, en que varias naciones aventureras invadieron la península, atraídas por la feracidad del terreno y su clima salubre y encantador.
Vemos pues esas tribus errantes, célticas, rhodias, focenses y fenicias lanzarse en bandadas desde los puntos más distantes, para colonizar un país todavía virgen, pero de una vegetación lozana y pode- rosa hacia el más hermoso de todo el orbe hasta entonces conocido; y a través de ese laberinto agitador de progresos y vicisitudes, descuella otra vez la brillante colonia lucen-tina, realzada considerablemente con los adelantos de una civilización patriarcal y bienhechora.
Por este tiempo leemos que una compañía de mercaderes focenses establecidos en Marsella y rechazados del puerto de Lucentum, fundaron la colonia de Alone, que corresponde según varios autores, ( 1 ) a la villa de Guardamar, ( 2 ) con destino al depósito de sus efectos de comercio. Era ya entonces la villa de Lucentum bastante considerable para despertar la atención de los cartagineses, que invadieron la península, con objeto de emprender su conquista.
La suerte de las armas puso en poder de aquellos muy en breve varios puntos importantes y la balanza iba inclinándose a su favor, bien que à costa de choques sangrientos y exterminadores. Por fin el célebre caudillo Amílcar Barca, ante quien hubieron de ceder enteras las provincias Béticas, extremeñas y Lusitanas, se dirigió con un cuerpo de ejército à la conquista de la villa de Lucentum; más aquel guerrero casi invencible hubo de retirarse sin lograr ventaja, a consecuencia de una gruesa columna que le seguía y que venía en auxilio de los sitiados, al mando de un isleño llamado Thagon.
Poco después la península, agobiada por el peso brutal de una fuerza que no podía contrarrestar por si sola, reclamó el auxilio de la república romana, por medio de una alianza ofensiva y defensiva; y la obtuvo, recibiendo in- mediatamente ejércitos de mar y tierra, y recursos para sostenerles.
Entre tanto Aníbal hijo de Amílcar, sabedor de la alianza antedicha, se apresuró a plantar cerco à la villa, atacándola por diversos puntos é incendiando sus cosechas, hubo diversos choques y escaramuzas; los lucentinos, sin desmayar á vista del poderoso ejército que hostigaba sus puertas hicieron una salida nocturna e incendiaron las tiendas cartaginesas, con el depósito de provisiones que había traído el enemigo.
Este ardid produjo su efecto los soldados púnicos, al verse faltos de comestibles, empezaron a decaer de ánimo, y aunque acercaron las máquinas à tiro de ballesta de la población, no pudieron conseguir ventaja, porque los sitiados peleaban con desesperación, desoyendo las proposiciones, poco lisonjeras, por cierto, que hacia el enemigo. En vano hizo estas correrías por la comarca en busca de provisiones para aquel numeroso ejército próximo á amotinarse, y que solo el respeto que le imponía el bravo Aníbal contenía en su descontento; inútilmente trató este de prolongar el asedio, pues hubo de desistir al fin de su propósito, al distinguir la flota romana que traía auxilios de todo o género en favor de sus aliados.
Por este tiempo, dice el Dean Bendicho, que la villa, oprimida sucesivamente por ambos caudillos, se dio prisa a levantar el cuerpo principal del castillo -hoy Santa Bárbara- sobre el cono calizo, a cuya falda se extiende la población; y en verdad no comprendemos este sentido, pues ocupando la villa una posición humilde y a una distancia considerable de la fortaleza, no es creíble se construyese está en el sitio que hoy ocupa y que hace imposible el enlace de una con otra, por lo tanto nos inclinamos a creer con mejor probabilidad que esa fortaleza que se quiere suponer y confundir con la actual , se construiría indudablemente sobre el pequeño cerro donde se extendía la población , y esto parece comprobarse por la relación del conde de Lumiares , quien asegura haber descubierto un trozo de muralla en la eminencia y de frente al mar , cuya altura tenía ocho pies , y se prolongaba hasta cincuenta y seis de longitud, siempre en descenso hasta la playa.
Vemos pues esas tribus errantes, célticas, rhodias, focenses y fenicias lanzarse en bandadas desde los puntos más distantes, para colonizar un país todavía virgen, pero de una vegetación lozana y pode- rosa hacia el más hermoso de todo el orbe hasta entonces conocido; y a través de ese laberinto agitador de progresos y vicisitudes, descuella otra vez la brillante colonia lucen-tina, realzada considerablemente con los adelantos de una civilización patriarcal y bienhechora.
Por este tiempo leemos que una compañía de mercaderes focenses establecidos en Marsella y rechazados del puerto de Lucentum, fundaron la colonia de Alone, que corresponde según varios autores, ( 1 ) a la villa de Guardamar, ( 2 ) con destino al depósito de sus efectos de comercio. Era ya entonces la villa de Lucentum bastante considerable para despertar la atención de los cartagineses, que invadieron la península, con objeto de emprender su conquista.
La suerte de las armas puso en poder de aquellos muy en breve varios puntos importantes y la balanza iba inclinándose a su favor, bien que à costa de choques sangrientos y exterminadores. Por fin el célebre caudillo Amílcar Barca, ante quien hubieron de ceder enteras las provincias Béticas, extremeñas y Lusitanas, se dirigió con un cuerpo de ejército à la conquista de la villa de Lucentum; más aquel guerrero casi invencible hubo de retirarse sin lograr ventaja, a consecuencia de una gruesa columna que le seguía y que venía en auxilio de los sitiados, al mando de un isleño llamado Thagon.
Poco después la península, agobiada por el peso brutal de una fuerza que no podía contrarrestar por si sola, reclamó el auxilio de la república romana, por medio de una alianza ofensiva y defensiva; y la obtuvo, recibiendo in- mediatamente ejércitos de mar y tierra, y recursos para sostenerles.
Entre tanto Aníbal hijo de Amílcar, sabedor de la alianza antedicha, se apresuró a plantar cerco à la villa, atacándola por diversos puntos é incendiando sus cosechas, hubo diversos choques y escaramuzas; los lucentinos, sin desmayar á vista del poderoso ejército que hostigaba sus puertas hicieron una salida nocturna e incendiaron las tiendas cartaginesas, con el depósito de provisiones que había traído el enemigo.
Este ardid produjo su efecto los soldados púnicos, al verse faltos de comestibles, empezaron a decaer de ánimo, y aunque acercaron las máquinas à tiro de ballesta de la población, no pudieron conseguir ventaja, porque los sitiados peleaban con desesperación, desoyendo las proposiciones, poco lisonjeras, por cierto, que hacia el enemigo. En vano hizo estas correrías por la comarca en busca de provisiones para aquel numeroso ejército próximo á amotinarse, y que solo el respeto que le imponía el bravo Aníbal contenía en su descontento; inútilmente trató este de prolongar el asedio, pues hubo de desistir al fin de su propósito, al distinguir la flota romana que traía auxilios de todo o género en favor de sus aliados.
Por este tiempo, dice el Dean Bendicho, que la villa, oprimida sucesivamente por ambos caudillos, se dio prisa a levantar el cuerpo principal del castillo -hoy Santa Bárbara- sobre el cono calizo, a cuya falda se extiende la población; y en verdad no comprendemos este sentido, pues ocupando la villa una posición humilde y a una distancia considerable de la fortaleza, no es creíble se construyese está en el sitio que hoy ocupa y que hace imposible el enlace de una con otra, por lo tanto nos inclinamos a creer con mejor probabilidad que esa fortaleza que se quiere suponer y confundir con la actual , se construiría indudablemente sobre el pequeño cerro donde se extendía la población , y esto parece comprobarse por la relación del conde de Lumiares , quien asegura haber descubierto un trozo de muralla en la eminencia y de frente al mar , cuya altura tenía ocho pies , y se prolongaba hasta cincuenta y seis de longitud, siempre en descenso hasta la playa.
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Firmado: D. José Pastor de la Roca
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BIBLIOGRAFÍA
- ( 1 ) Stephan Bizant. Mayans, Q.L. Sophron. de Not. Rom.
- ( 2 ) Esto es : Guadi - Amar , ( agua salada ) nuevo nombre que según queda ya dicho , la impusieron los árabes en el tiempo de su dominación y que ha degenerado en Guardamar . El principal fundamento de identificarla con Alone , es la composición;de esta voz de la raíz griega als , que significa sal . Sin embargo , no nos parece enteramente sólida esta razón.
- ( 3 ) Lumiares, cap. II de la relación; ó memoria sobre los descubrimientos de antigüedades etc. de Lucentum, pág. 24.
- ( 4 ) D. Vicente Bendicho, en su Crónica inédita de Alicante.
- ( 5 ) Los romanos subdividieron á España en dos partes. España Citerior ó mas próxima á la capital del imperio, y Ulterior, ó mas distante; y ambas juntas en tres grandes provincias. Eran estas la Tarraconense, la mayor de todas, cuyos límites empezaban desde el Duero por Oporto hasta el Esla. Desde la indicada confluencia de ambos ríos corrían sus lindes por Salamanca y Avala, atravesando el Tajo por Talavera hasta el Guadiana, y bajando por Almadén, cortaba el Betis inmediato á Cazorla, hasta Mujascar en la costa del Mediterráneo. La Bética comprendía desde las bocas del Guadiana hasta Carcuvium por N. y 0. La Lusitania estaba marcada al 0. por el Océano desde las bocas del Guadiana del S. hasta el Duero por el N. Por el E. atravesaba por Carcuvium el Guadiana, y cortando el Tajo por Talavera, iba á buscar la confluencia del Esla y Duero, que eran los límites de la Tarraconense.
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