Casi ningún alicantino ha visto nevar en su ciudad. Muy pocas veces, desde que existen las crónicas, ha nevado en la terreta. Los más veteranos quizá recuerden copos a finales de los 50 aunque sin cuajar demasiado. La última nevada de importancia en la ciudad acaeció en las navidades de 1926. Se la conoció como la gran nevada o la nevá grossa y, desde luego, cuajó.
EA finales de diciembre un temporal de frío ártico azotaba la península ibérica. El viernes 24, día de Nochebuena, los termómetros alcanzaron en Alicante los 3 grados bajo cero, la temperatura más gélida de esos días. Fuertes rachas de levante barrían la terreta. Volaban ramas de árboles, caían algunas tapias o postigos de ventanas, los hilos de telegrafía y telefonía se iban al suelo, los cables de la luz sufrieron numerosas averías traducidas en cortes de servicio y en el puerto se reforzaban las amarras de todas las embarcaciones.
El sábado 25 no amaneció mucho mejor. Era Navidad, pero no la navidad soleada y de cielo despejado que presenta a menudo Alicante, si no otra más cruda y gélida. Los nubarrones eran amenazantes y el ambiente navideño en la calle más bien escaso, era preceptivo resguardarse.
Así pues el domingo 26, segundo día de Navidad, Alicante amaneció como una ciudad nueva. La nieve estaba por todas partes, en tejados, calles o plazas. Quizá los alicantinos de entonces se sintieran transportados a algún país nórdico, tal era el espectáculo. El termómetro registraba -0’4º C y la gente jugaba en plena calle arrojándose bolas de nieve o construyendo figuras.. . . . . . Leer Artículo Completo
Firmado: Benjamín Llorens
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