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miércoles, 12 de julio de 2023

La Odisea Del Capitán Dickson.

Un galés que venía a Alicante a cargar mercancías, acabó salvando miles de vidas a  bordo del barco Stanbrook.....
Desgraciadamente, el tema de los refugiados sigue hoy en día más de moda que nunca. Las tornas a veces cambian, y ahora resulta que son personas de otros países las que nos piden asilo a nosotros. Por ello he querido rescatar esta historia, para recordar a los alicantinos que hace no tanto tiempo, éramos nosotros los que estábamos en el otro bando.
Cuando se recuerda la historia del ‘Stanbrook’ se tiende a mitificar este barco. Razones no faltan, fue el último buque cargado de refugiados que salió de la República Española (o más bien de lo quedaba de ella). Se podría decir que fue el último viaducto a la libertad.
Pero en este artículo me voy a centrar más en el hombre que habitualmente es eclipsado por su propio barco. Me estoy refiriendo al capitán del mismo. ‘Archibald Dickson’ nació en Cardiff en 1892. No se sabe demasiado de su vida en su juventud, más allá que se hizo marinero, y más adelante se convirtió en capitán de travesías internacionales. Se casó y tuvo 2 hijos: Arnold y Dorothea.
Aunque los débiles gobiernos ingleses anteriores a Churchill mantuvieron una política de no intervención en la Guerra Civil Española, Reino Unido no interrumpió su comerció marítimo con la República Española.

Así pues al capitán Dickson le tocó la papeleta de navegar a España en varias ocasiones durante el conflicto bélico, intentando sortear el bloqueo de los buques franquistas con un barco que ni siquiera era militar. En marzo de 1939 se encontraba en Marsella, donde tenía atracado el ‘Stanbrook’. El día 17 recibió órdenes de zarpar hacia Alicante, para allí recoger un cargamento de tabaco, azafrán y naranjas. Dichas órdenes especificaban que no embarcase a nadie. Ya el viaje de ida no fue precisamente un crucero de placer, pues a medio camino Dickson se encontró a un destructor franquista que le ordenó dar media vuelta. El galés decidió no hacerle caso, y logró sortearle.
Llegó pues finalmente a Alicante, donde para su sorpresa no había noticias del cargamento que tenía que embarcar. Ante la falta total de información (la ciudad debía de ser un caos en esos días), Dickson acabó decidiendo marchar a Madrid para preguntar por las mercancías. En la capital madrileña consiguió por fin que alguien le reconociera la existencia del cargamento prometido, lo cargaron todo en camiones y Archibald retornó a Alicante con la idea de embarcarlo y llevárselo. Pero a su retorno a Alicante el día 28, se encontró un drama que superó todas sus obligaciones profesionales. Millares de alicantinos y personas venidas de todas partes de España aguardaban la llegada de un barco que les sacará de Alicante, ante la inminente conquista franquista.

Es difícil imaginar la situación tan desesperada que tenían que estar pasando estas personas, que sabían perfectamente que con la instauración del nuevo régimen de Franco iban a ser represaliadas, y en muchos casos no solo ellos sino también sus familias que les acompañaban. Algunos esperaban prometidos barcos que nunca llegaban. Otros simplemente aguardaban un milagro. Tal tremenda debía ser esta situación para que Dickson decidiera olvidar las órdenes por las que se había jugado la vida, y abriera la pasarela del barco para que todas las personas posibles entraran en él. El galés sabía perfectamente que a más pasajeros que acogiera mayor objetivo iba a ser de los navíos franquistas, y menos fácilmente podría esquivarlos. Por si la situación no fuera suficientemente crítica, corrieron rumores de un bombardeo inminente sobre Alicante. Los refugiados se agolparon a subir, y Dickson temió seriamente por la estabilidad del barco. Lo más coherente desde todo punto de vista marítimo hubiese sido retirar la pasarela y partir, pero el capitán decidió mantenerla hasta que el ‘Stanbrook’ no estuviera absolutamente repleto. Llegaron a ser más de 2.600 a bordo. Al fin el ‘Stanbrook’ zarpó, en dirección hacia Orán (por aquel entonces colonia francesa), el puerto comercial extranjero más cercano. El único objetivo era llegar a cualquier otro lugar lejos de la guerra, y lo antes posible. La travesía, aún así, se hizo eterna. Cada vez que se veía una embarcación, muchos de los pasajeros se agolpaban a observarlo atemorizados de que fuese un destructor, lo cual estuvo a punto de hacer volcar el barco en más de una ocasión. Dickson y su tripulación cedieron sus camarotes para que reposaran aquellos refugiados que se encontraban con una salud más delicada.

Milagrosamente, consiguieron escapar de las aguas españolas sin percances y llegaron a Orán por fin al día siguiente. Sin embargo, no todo había acabado. Las autoridades francesas no les dieron permiso para entrar, y les hicieron esperar fuera del Puerto toda la noche. Harto de esperar noticias, al día siguiente Dickson toma una barca y desembarca por su cuenta en Orán para negociar personalmente con las autoridades. Costó varias idas y venidas, pero al fin consiguió convencerles de permitir desembarcar a las mujeres y niños. Los hombres tuvieron que esperar un mes, con notable ausencia de comida y en condiciones sanitarias e higiénicas precarias. Y así terminó felizmente la proeza de Dickson. Una auténtica odisea que estuvo a punto de acabar trágicamente en numerosas ocasiones, pero que terminó con un saldo de más de 2.000 vidas humanas salvadas. Es realmente increíble la enorme humanidad que debía de poseer una persona como Dickson para actuar de semejante manera desinteresada. Lo más fácil para cualquiera hubiese sido limitarse a seguir órdenes y volver a Marsella. Pero Dickson tomó toda una serie de decisiones absolutamente irracionales con las que puso su propia vida en el candelero, por la remota posibilidad de salvar muchas más.
Desgraciadamente, esta fue la penúltima aventura de Dickson. Poco después estallaba la Segunda Guerra Mundial y el Stanbrook fue derribado por un submarino nazi cuando trataba de transportar suministros a la Francia invadida por Alemania. Murió Dickson con su buque, aquel con el que realizó la mayor proeza que se recuerda en Alicante. Aunque yo diría que cada vez que este gran capitán se subía en él y llegaba vivo a su destino, esquivando navíos franquistas o nazis, realizaba una proeza.
Llegó un día en el que ya no pudo engañar a la muerte más, y le cazaron. Pero su heroica vida no pasó desapercibida. En los campos de concentración de Argelia, donde se encontraban la mayoría de los refugiados del Stanbrook, llegó la noticia, y se guardó un minuto de silencio. Hoy también le recordamos aquí.

REDACTOR DEL ARTÍCULO: David Rubio / @david_rubio7
David Rubio / @david_rubio7
Origen del Artículo:  http://www.alicanteactualidad.com/actualidad/la-odisea-del-capitan-dickson/

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